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¿Qué es la urticaria?
La urticaria es una enfermedad de la piel que se caracteriza por la aparición de unos habones o manchas rojas en la piel, acompañadas de una sensación de picor cutáneo o prurito. Esta patología dermatológica puede afectar al 20% de las personas a lo largo de su vida, siendo el doble de prevalente en las mujeres que en los hombres.
Estos habones o ronchas en la piel se caracterizan por su evanescencia individual; cada mancha suele desaparecer en 24 horas sin dejar lesiones residuales, aunque siempre pueden surgir nuevas lesiones en otras ubicaciones. El prurito es el síntoma más habitual y molesto aunque en casos graves pueden aparecer síntomas sistémicos como hipotensión o taquicardia debido a una vasodilatación generalizada.
Clasificación de la urticaria
En función de su evolución, la urticaria puede clasificarse en aguda o crónica.
- Urticaria aguda. Se clasifica como aguda cuando presenta una duración menor de 6 semanas. Se trata de la forma de urticaria más habitual, y la causa más frecuente son las infecciones virales del aparato respiratorio, especialmente en niños. Algunas causas potenciales que han de descartarse son su asociación con medicamentos, alimentos, contactantes o diversas causas físicas. Aproximadamente la mitad de los casos son idiopáticos (no es posible identificar una causa).
- Urticaria crónica. Se clasifica como crónica cuando su duración va más allá de las 6 semanas. Puede asociarse a diferentes causas, que han de descartarse: fármacos, parásitos, reacciones bacterianas, autoinmunidad. Las urticarias crónicas se pueden dividir, en función de su origen, en físicas o idiopáticas o espontáneas.
- Urticaria crónica física. Comprenden aproximadamente el 35% de los casos de urticaria crónica. Se clasifican en este subgrupo aquellas desencadenadas por estímulos físicos conocidos (calor, presión, sol, temperatura corporal, contacto con ciertos agentes externos, etc.).
- Urticaria crónica espontánea. Se trata del subgrupo de urticarias crónicas más amplio, ya que comprende el 65% de los casos. No es posible identificar agentes externos causales; en algunos pacientes puede asociarse con ciertas enfermedades o procesos autoinmunes.
Diagnóstico y tratamiento de la urticaria
El diagnóstico de la urticaria es clínico. Se identifica por la aparición de placas eritematoedematosas circulares evanescentes que desaparecen en menos de un día, y por la presencia de prurito. Aunque en la mitad de los casos su origen es idiopático o espontáneo, se deben buscar y descartar posibles desencadenantes (fármacos, infecciones, alimentos, enfermedades sistémicas…). En el caso de la urticaria crónica espontánea, además han de realizarse pruebas complementarias. Si se sospecha de urticaria-vasculitis o alguna patología dermatológica relacionada puede ser necesario realizar una biopsia.
El primer paso en el tratamiento de la urticaria ha de ser la identificación y abordaje de los posibles agentes causales. El tratamiento de primera elección son siempre los antihistamínicos de segunda generación no sedantes. Se recomienda evitar siempre que sea posible el uso de antiinflamatorios no esteroideos y opiáceos.