En pocos años, hemos pasado de tener que realizar las pruebas de esfuerzo en un laboratorio, ha poder realizarlas a diario, sobre nuestras propias bicicletas.
Gran parte de los ciclistas saben, que la utilización de la potencia en los entrenamientos, es mucho más precisa que el pulso y que la propia percepción de esfuerzo (RPE) del ciclista.
Hasta los años 80, los ciclistas competían y entrenaban “por sensaciones”, con los respectivos errores que esto acarrea. El carácter del ciclista, el entorno social, las condiciones meteorológicas, la motivación y demás factores, influyen directamente en la percepción del esfuerzo, por lo que el margen de error del RPE puede ser muy grande.
A partir de 1982, el primer monitor de frecuencia cardiaca inalámbrico fue comercializado por una conocida marca Finlandesa, y la utilización del pulsómetro fue aumentando a pasos agigantados, hasta que a mediados de los años 90, el ciclista que no utilizaba el pulsómetro, era catalogado como “anticuado”. Evidentemente, la utilización del pulso, también tiene su margen de error. Factores como la temperatura ambiental, la fatiga muscular, la altitud, etc. influyen de manera importante en las pulsaciones del ciclista.
En los años 90, una conocida empresa alemana comercializó un potenciómetro para las bicicletas de carretera. Aunque los primeros modelos eran prohibitivos económicamente, en pocos años, los avances tecnológicos y la competencia en el sector, ha hecho que desciendan los precios, y a día de hoy existen potenciómetros a un precio asequible.

El entrenamiento por potencia es muy preciso, de echo, los vatios son tan sensibles a la fuerza aplicada en cada pedalada, que cuando un ciclista comienza a entrenar con potenciómetro, consigue ser más eficiente o por lo menos, llega a ser consciente del gasto energético que cada zona de trabajo exige.
La alta sensibilidad de los vatios que acabamos de mencionar, hace que un ciclista que rueda a 200 vatios (w) en un terreno llano, se asombre al ver que cuando se pone de pie en un repecho, esta ejerciendo 400 w, aunque la sensación del ciclista no sea la de estar ejerciendo el doble de fuerza que cuando rodaba a 200 w.
Cabe destacar, que el parámetro de vatios medios (W.avg) se verá infravalorado cuantos más cambios de ritmo haya. Es decir, en un entrenamiento llano de 2 horas, si el ciclista rueda constantemente a 200 w, dará una media de 200 w. En un entrenamiento donde el ciclista sube un puerto a 400 w durante 1 hora y lo baja a 0 w durante otra hora, también nos dará 200 w de media. Es evidente que el entrenamiento donde el ciclista ha subido el puerto, es más duro que el entrenamiento llano, aunque de ambos entrenamientos se obtenga el dato de 200 w medios. Así pues, teniendo en cuenta la poca fiabilidad de los vatios medios a la hora de cuantificar la dureza de un entrenamiento, nace el concepto de la Potencia Normalizada (NP). Esta, fue definida por Allen & Coggan (2010) como “una estimación de la potencia que un deportista podría haber mantenido, con un mismo coste fisiológico, si su producción de potencia hubiera sido perfectamente constante”. Volviendo al ejemplo anterior, el entrenamiento llano nos dará una Potencia Normalizada cercana 200 w (por la constancia de los vatios instantáneos obtenidos), pero el entrenamiento donde se ha subido y bajado el puerto, nos podrá dar hasta 250 w de Potencia Normalizada (por la irregularidad de los datos de potencia obtenidos).
Otro concepto de vital importancia es el dato del vatio/kilo. Un ciclista lo aprecia perfectamente a través del potenciómetro, cuando lo compara con un compañero de entrenamiento de diferente peso. En el caso de tener a un ciclista de 60 kilogramos y a otro de 80 kgs, ambos rodarán a vatios muy parecidos en un recorrido llano, ya que la inercia hace que la influencia del peso del ciclista no sea tan determinante. En cambio, en cuanto la carretera se inclina hacia arriba, el ciclista de 80 kgs deberá aplicar muchos más vatios en cada pedalada. En el caso de que subiesen a un ritmo de 5 w/kg, el ciclista más ligero subiría a 300 w, en cambio el compañero más pesado debería de ejercer 400 w para poder subir al mismo ritmo. Si alguno de los dos ciclistas adelgazase 10 kgs, pasaría a ejercer 50 w menos pero seguiría subiendo al mismo ritmo.

Finalmente, me gustaría subrayar que aunque el uso del potenciómetro haya supuesto una revolución en los entrenamientos y competiciones, la gran mayoría de entrenadores observamos con mucha atención los datos de potencia de cada ciclista, al igual que las pulsaciones y la propia percepción de esfuerzo (RPE) que el propio ciclista nos trasmite en cada sesión.
En próximos artículos profundizaremos con más detalle, en los diferentes conceptos del entrenamiento por potencia. De momento, esperamos haber hecho una introducción enriquecedora al apasionante mundo del potenciómetro.